Dentro del nomenclator de nuestro Distrito Cerro-Amate, se encuentra la calle Cristo del Desamparo y Abandono. Atendiendo a que por tercer año, la climatología no ha permitido que esta Imagen y su Hermandad procesionen por las calles de Sevilla haciendo Estación de Penitencia, es por lo que he decidido contaros algunos detalles de esta magnífica talla del Cerro del Águila.
El 7 de febrero de 1981 se suscribía en la sede de la Excma. Diputación de Sevilla el contrato de cesión por el que la Corporación provincial cedía “la imagen de un Cristo Crucificado depositado el 24 de febrero de 1942 en la Iglesia de S. Gil Abad de esta capital, propiedad de esta Diputación, a la Hermandad Sacramental de Nuestra Señora de los Dolores de esta localidad, a los solos efectos de recibir culto y veneración en la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores”.
La imagen había llegado a la Parroquia de San Gil Abad depositada por su propietaria, “para sustituir a otro crucificado de la Hermandad de la Macarena, que en sus primeras salidas lo procesionaba, antes de incluir al misterio de la Sentencia de Cristo. A dicho templo llegó procedente de la cercana Iglesia de San Luis de los Franceses. Se ignora desde cuando se encontraba en dicho templo aunque parece que provenía del antiguo Hospital de las Cinco Llagas.
Este portentoso Crucificado es una imagen de estilo barroco, datada en el primer tercio del siglo XVII y de autor anónimo, aunque reiteradamente atribuida al círculo del insigne escultor Francisco de Ocampo.
Tallado en madera de cedro, y con una altura de 1’92 m., presenta algunos rasgos formales que invitarían a situar su hechura en un período de tránsito entre el manierismo final y comienzos del primer barroco. La imagen ha sido restaurada en cuatro ocasiones por Juan Manuel Miñarro.
La advocación destinada a esta magnífica talla como “Desamparo y Abandono”, tiene un profundo sentido teológico y espiritual. Inspirada en los Evangelios de San Mateo y San Marcos, ambos narran de modo prácticamente exacto los momentos previos a la expiración del Señor:
“Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo Elí, Elí, lema sabachtani! Que quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27, 46)
“Y a la hora de nona gritó Jesús con voz fuerte Eloí, Eloí, lama sabachtani? Que quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?” (Mc. 15, 34)